III DOMINGO DE CUARESMA
3 MARZO 2013
3 MARZO 2013
LEER EVANGELIO S. LUCAS 13,1-9
Una de las críticas más frecuentes de la ideología burguesa es criticar únicamente las actitudes de los demás, sobre todo si pertenecen al desgraciado mundo de los oprimidos. Sin embargo, el juicio de Dios será mucho más benévolo con estos acusados que con sus orgullosos acusadores.
La verdad está en las obras
«La verdad está en las obras, no sólo en las palabras». Es como si dijéramos en términos escolares la prueba del nueve en nuestra vida diaria. Jesús mismo nos lo enseñó en el Evangelio: «No todo el que dice, Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos».
Recordemos algunos testimonios que aval en esta afirmación:
- Tertuliano escribe de los primeros cristianos:
«Mirad cómo se aman» y así, se propagó el cristianismo.
- San Juan insiste de igual modo:
«No amemos de palabra, sino de obra y de verdad».
- Pablo VI decía que nuestros contemporáneos no quieren maestros, reclaman testigos.
«La verdad está en las obras». Saboreemos en silencio esta tesis. Dejemos que penetre en nuestro corazón hasta hacerla vida.
Evoquemos aquel pasaje de la vida de san Francisco de Asís cuando invita al hermano León para que le acompañe a predicar. Dan una vuelta por la ciudad y regresan al convento sin haber pronunciado una sola palabra. Extrañado, el hermano León pregunta al santo: ¿No íbamos a predicar? Y este responde: Ha sido el sermón del ejemplo.
¡El sermón del testimonio de vida! ¡Cuántas veces en lenguaje coloquial nos acusamos a nosotros mismos con el refrán tan conocido: «Consejos vendo y para mí no tengo». Porque la incoherencia entre lo que decimos y hacemos nos deja al descubierto.
«La verdad está en las obras». ¡Qué fuerza tienen la palabras cuando se rubrican con la vida! Porque sólo esta convence.
Voy a compartir con vosotros un episodio que me contó Cristina, una misionera que vivió muchos años en Guinea Ecuatorial. En el entorno del poblado donde ella vivía había muchas personas no cristianas. Un día una de ellas decidió convertirse al catolicismo y acudió al sacerdote. A lo largo de la conversación este le preguntó: ¿Qué motivos te han impulsado a dar este paso decisivo? El interpelado respondió: Día tras día, mes tras mes, año tras año he visto pasar, desde mi ventana, a esas mujeres, que trabajan en el barrio, hacia la Iglesia. No importaba que hubiera tornado o que el sol tropical implacable las abrasara... ellas seguían fielmente su camino. Este modo de proceder me hizo reflexionar mucho, hasta terminar diciéndome: Religión que pide tales sacrificios debe ser la religión verdadera.
¿No os parece una confirmación de nuestro aserto? «La verdad está en las obras».
¡Qué fácil nos resulta hablar y qué difícil ser! Porque «las obras dan testimonio de lo que somos». Somos cristianos no porque nos llamemos así o porque los otros os nombren de este modo. «La verdad está en las obras».
Cuentan que Alejandro Magno en una batalla muy dura vio que un soldado suyo huía cobardemente del peligro. Lograda la victoria hizo que lo trajeran a su presencia y le preguntó: «¿Cómo te llamas?». «Alejandro», respondió el interrogado. y el emperador dijo tajantemente: «O cambias de nombre o cambias de conducta».
¿Podría decirnos el Señor a nosotros lo mismo cuando nuestras obras no responden al nombre de cristianos?
Que a lo largo de este tiempo de Cuaresma resuene dentro de nuestro corazón: “La verdad está en las obras, no sólo en las palabras
Por nuestros frutos nos conocerán
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