DOMINGO DE LA ASCENSIÓN DE JESÚS
12 mayo de 2013
(Hch. 1,1-11)
(Lc. 24,46-53)
Cuenta una historia oriental cómo
cada día el Maestro llevaba a sus discípulos al río y él mismo tomaba un vaso
de agua para dar de beber a cada uno. Pero llegó el momento en el que
el Maestro estaba a punto de morir. Y así se lo anunció a sus discípulos. Estos, entristecidos, le dicen:
- Maestro y ahora no tendremos
quien nos regale el agua cada día.
A lo que el Maestro respondió:
- Pero ahora podréis ver el río
del que bebíais.
Mientras estaba el Maestro los
alumnos sólo veían la mano del maestro y el vaso lleno de agua, pero no se
fijaban en el río. Ahora serán ellos los que tendrán que ver el río y sacar el
agua.
¿No es este el caso de la Ascensión de Jesús?
Hasta ahora veían a Jesús, veían
lo que hacía Jesús.
Pero ahora que Jesús se va serán
ellos:
Los que tendrán que ver a los
enfermos que él curaba.
Los que tendrán que fijarse en el
paralítico que curar.
Los hombres y mujeres a quienes
anunciar el Evangelio.
“Jesús subió al cielo y se sentó
a la derecha del Padre”.
Su misión ha llegado a su fin.
Su obra ha terminado.
El regresa de nuevo al seno del
Padre.
Es el triunfo final de quien
comenzó “rebajándose a la condición de hombre, haciéndose uno de tantos”.
Es la razón última del Padre dando razón a Jesús y no a quienes ni le
escucharon ni le hicieron caso y trataron de eliminar su memoria.
“Id al mundo entero y proclamad
el Evangelio a toda la creación”.
Ahora son ellos los llamados a
abrir los ojos y ver no solo a Jesús sino también a quienes seguían a Jesús
buscando una esperanza en sus vidas.
Hasta ahora bebían el agua del
Evangelio que Jesús les daba.
Ahora son ellos los que tienen
que mirar y ver el río.
Ahora son ellos los que tienen
que ver el corazón humano que busca algo más allá de las cosas.
Ahora son ellos los que tienen
que ver algo más que el vaso de agua y la mano que se lo entregaba, y tendrán
que ver el río de la humanidad entera a la que Dios quiere anunciar la Buena Noticia.
Ahora son ellos los que tienen
que ver cómo llegar al corazón de los hombres.
Ahora son ellos los que tienen
invitar a los hombres a creer en el Evangelio.
Ahora son ellos los que tienen
que hacer creíble el Evangelio.
El Maestro se va, pero quedan
ellos.
Y queda el río donde seguir
bebiendo el agua de la buena noticia.
El Maestro se va, pero ahí queda
la “misión que él mismo recibió del Padre”.
“Ellos se fueron a pregonar el
Evangelio por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las
señales que los acompañaban”.
Mientras Jesús estaba con ellos,
era él el que veía al hombre por ellos.
Ahora serán ellos los que tienen
que abrir sus ojos a todos los hombres y comprometer sus vidas anunciando el
Evangelio.
Mientras él estaba, él abría los
caminos.
Ahora serán ellos quienes tienen
que descubrir los caminos que les lleven a los hombres.
Era necesario que el Maestro se
fuese, para que los discípulos viesen el río.
Era necesario que Jesús se fuese,
para que ellos viesen a aquellos que Jesús veía.
Por eso la Ascensión es el final de
Jesús.
Pero es el comienzo de los
discípulos.
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