SANTÍSIMA TRINIDAD
26 MAYO 2013
(Jn 16, 12-15 )
Una profesora pregunta a sus
alumnos: ¿Cómo sabemos que Dios existe? Cada uno fue dando su propia respuesta.
Pero la profesora seguía insistiendo como si no estuviese satisfecha con las
respuestas. Queriendo echarles un mano añadió: Y cómo saber que Dios existe si
ninguno lo hemos visto? Todos se quedaron callados. Para los niños es
evidente que lo que no se ve o se toca no existe. Hasta que un pequeño que era
tímido, levantó la mano y tímidamente y respondió: Señorita. Dios es como el
azúcar. Mi madre me dijo que DIOS ES COMO EL AZÚCAR en mi
leche que ella prepara todas las mañanas. Yo no veo el
azúcar que está dentro de la taza en medio de la leche,
pero si la leche no tiene azúcar se queda sin sabor.
Dios existe, y está
siempre en el medio de nosotros, solo que no lo vemos. Yo quería enseñaros
y sois vosotros quienes me habéis enseñado a mí. Yo ahora sé que Dios es
nuestro azúcar en la vida. La profesora emocionada le dio un beso.
¿A alguien de nosotros se le
ocurriría definir a Dios como una cucharada o un terrón de azúcar? De
seguro que nosotros daríamos una definición de Dios mucho más técnica y
científica. Pero bastante más inútil. La prueba el mismo título de la fiesta de
hoy: “Santísima Trinidad”. Y con eso ya nos quedamos tan tranquilos. Con decir
que son “tres pero que son uno”, que ni vosotros ni yo sabemos como es esa
matemática. Ninguno entendemos nada pero nos quedamos tan tranquilos.
Estoy seguro que la mamá de
ese niño no entendía demasiada teología, pero sí tenía algo que es fundamental
cuando se trata de hablar de Dios. Hablaba no del Dios que se nos explica con
ideas, sino del Dios que ella experimentaba en su corazón. No sé si los
teólogos estarán muy de acuerdo con un “Dios terrón de azúcar”, lo que sí sé es
que aquella madre vivía la verdad de Dios en el corazón humano.
Porque, al fin y al cabo, Dios
no es una idea. Dios es una realidad para nuestra vida. Y una realidad que da
sentido y da sabor a nuestra vida.
Nadie ve el azúcar disuelto en la taza de leche o en la taza de café. Pero todos sabemos que la leche sabe de otra manera y también el café. Y que a Dios nadie le ha visto, lo dice San Pablo: “A Dios nadie le ha visto”. Pero a Dios son muchos los que lo sienten, lo experimentan y lo viven.
Además, si el Dios de nuestra
fe es, como nos dirá San Juan, “un Dios amor”, y su esencia es “el amor”, con
mucha más razón. Porque ¿alguien ha visto el amor? No lo hemos visto.
Pero todos sabemos que existe, y nos sentimos amados y todos amamos. El amor se
expresa y manifiesta en la experiencia de la vida, y no en las grandes
explicaciones de los psicólogos.
El misterio de la Santísima Trinidad
no es solo el misterio de Dios, es también el misterio de cada uno de
nosotros. Porque el verdadero cielo de Dios somos cada uno de nosotros. “Y
vendremos a él y haremos morada en él”.
Nos pasamos muchas horas
mirando al Sagrario, porque es allí donde Dios habita sacramentalmente. Y apenas si tenemos tiempo
para mirarnos a nosotros por dentro, donde sabemos que el Padre, el Hijo y el
Espíritu Santo lo han convertido en su verdadera casa.
Hablamos con Él como si lo
tuviésemos lejos, a la otra orilla, cuando lo tenemos tan cerca de nosotros. “Yo estoy en mi Padre, y
vosotros en Mí y yo en vosotros … Si alguno me ama guardará mi palabra, y mi
Padre lo amará, y vendremos a él y en él haremos morada. …. (Jn 14,20-23 y
15,4)
La vida sin Dios está vacía.
La vida con Dios está llena, a
rebosar.
La vida sin Dios pierde
sentido.
La vida con Dios tiene una
meta y una dirección.
La vida sin Dios está llena de
cosas.
La vida con Dios está llena de
Dios.
Dios no cabe en nuestra
cabeza, por eso podemos decir poco de Él. Pero Dios cabe en nuestro corazón.
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