
DOMINGO XXIX TIEMPO ORDINARIO
19 OCTUBRE 2014
+ Lectura del santo Evangelio según San
Mateo
En aquel tiempo, los fariseos se
retiraron y llegaron a un acuerdo para comprometer a Jesús con una pregunta. Le
enviaron unos discípulos, con unos partidarios de Herodes, y le dijeron:
«Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a
la verdad; sin que te importe nadie, porque no te fijas en las apariencias.
Dinos, pues, qué opinas: ¿es lícito pagar impuesto al César o no?»
Comprendiendo su mala voluntad, les dijo Jesús: «¡Hipócritas!, ¿porqué me
tentáis? Enseñadme la moneda del impuesto.» Le presentaron un denario. El les preguntó:
«¿De quién son esta cara y esta inscripción?» Le respondieron: «Del César.»
Entonces les replicó: «Pues pagadle al César lo que es del César y a Dios lo
que es de Dios.»
Cuidado con las monedas falsas
Somos especialistas en poner la zancadilla al otro. En poner
trampas en el camino. ¡Cuánto nos cuesta hacer preguntas sinceras y honestas?
En mi tierra se dice que el gallego siempre responde a una pregunta con otra
pregunta. ¿Sería Jesús gallego? Porque también él, cuando le hacen preguntas
capciosas responde con otra pregunta. Sólo que su pregunta trasciende a la
pregunta que le hacen y los sitúa en un plano superior. Jesús no se enreda con
el problema del pago del tributo o el impuesto al César. Y pasa a poner las
cosas en su verdadero lugar.
Al dinero en las manos del César, y al hombre en las manos de
Dios.
Lo que da verdadero valor al dinero, llámese monedas o billetes, es la imagen
que lleva impresa y las firmas que avalan su autenticidad. Como la moneda lleva
la imagen del César le pertenece. “Dad al César lo que es del César”.
Pero hay otra moneda circulante por la vida más importante que el denario del
César. Es la moneda llamada hombre. Y el hombre lleva también impresa una
imagen que es la que le da el verdadero valor. Y lleva una firma que le
autentica como válido y auténtico. El hombre lleva la imagen de Dios. “Hagamos
al hombre a imagen y semejanza nuestra”.
El circulante monetario tiene su respaldo en el Banco Central. El hombre tiene
su respaldo nada menos que en el amor y la gratuidad de Dios. Dinero y hombre
son realidades distintas. El dinero se ha creado para el servicio del hombre.
Pero el hombre no ha sido creado para servir al dinero.
El denario no tiene conciencia de su propio valor. Vale lo que los hombres
queremos que valga. Unas veces lo revaluamos y otras lo devaluamos. Está a
merced de la Bolsa de Valores y de la economía del país.
Por el contrario, el hombre está llamado a tomar conciencia de su propia valía.
El hombre está llamado a tomar conciencia de no ser cualquier cosa, sabiendo
que él lleva impresa en su propio ser nada menos que la imagen de Dios que es
la que le da su verdadero valor. El valor del hombre no depende de los vaivenes
de la Bolsa, ni del Ministerio de economía. El hombre tiene siempre el mismo
valor. Es la moneda más segura
Y sin embargo hay hombres que aún no han descubierto su verdadero valor, su
verdadera dignidad. Hombres que se creen menos que el dinero. O que prefieren
el dinero a su dignidad. Prefieren llevar la imagen del César que la imagen de
Dios.
Y por eso, así como hoy corren por ahí monedas y billetes falsificados, ¿no
andarán también por nuestras calles hombres falsificados? Hombres que parecen
hombres, pero que en realidad han falsificado la imagen de Dios cambiándola por
cualquier otra imagen.
Cuando queremos que alguien recupere la conciencia de sí mismo, la conciencia
de lo que vale, solemos recordarle lo que hace, los triunfos que consigue, los
éxitos que le acompañan. ¿Pero alguien le recuerda que su verdadero valor y
dignidad se lo da el ser imagen de Dios, llevar impresa la imagen de Dios en su
vida? Se nos valora por cosas accidentales y secundarias. Y no se nos valora
por lo que es esencial a nuestro ser.
Pero tampoco faltan falsificadores de los hombres. Falsificadores que nos
proponen modelos falsos de humanidad. Falsificadores de hombres que nos
convierten en máquinas de producción, en máquinas de placer, en máquinas de
tener, en máquinas robot.
Falsificadores del hombre que dan más valor a las monedas o billetes del Banco
Central de Reserva que a su verdadera condición humana. Hombres que se compran
y se venden. Hombres que marginamos y excluimos. Hombres a los que podemos
eliminar si nos estorban para nuestros intereses personales. Hombres que viven
en condiciones infrahumanas. Hemos suscrito la Carta de los Derechos humanos,
pero seguimos tratándonos como billetes falsos, como monedas falsas, porque le
hemos borrado la imagen de Dios impresa en cada rostro y en cada corazón.
Las preguntas abundan:
¿Cómo te valoras a ti mismo?
¿Cómo valoras a los demás?
¿Cómo te sientes valorado por los otros?
¿No te sientes billete o moneda falsificada?
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