martes, 29 de septiembre de 2015

LA PALABRA DE DIOS




DOMINGO XXVIII TIEMPO ORDINARIO

11 OCTUBRE 2015



+ Lectura del Santo Evangelio según San Marcos.
En aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó uno corriendo, se arrodilló y le preguntó:
– Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?
Jesús le contestó:
– ¿Por qué me llamas bueno? No hay nadie bueno más que Dios.
Ya sabes los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre.
Él replicó:
– Maestro, todo eso lo he cumplido desde pequeño.
Jesús se le quedó mirando con cariño y le dijo:
– Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres -así tendrás un tesoro en el cielo-, y luego sígueme.
A estas palabras, él frunció el ceño y se marchó pesaroso, porque era muy rico.
Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos:
– ¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el Reino de Dios!
Los discípulos se extrañaron de estas palabras.
Jesús añadió:
– Hijos, ¡qué difícil les es entrar en el Reino de Dios a los que ponen su confianza en el dinero! Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el Reino de Dios.
Ellos se espantaron y comentaban:
– Entonces, ¿quién puede salvarse?
Jesús se les quedó mirando y le dijo:
– Es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo.
Un taxista contaba en un programa de TV: “Yo conozco si el viajero que ha montado en mi taxi está bien o mal de dinero sólo con oír su voz”. ¿Y cómo se las arregla?, le pregunta el presentador. “Es que la gente a quien las cosas le van mal, los que están parados o en peligro de estarlo, hablan con voz apagada, cansina. Llevan la tristeza o el paro en la voz. En cambio, aquellos a quienes les funciona bien el bolsillo tienen la voz firme y alegre, y miran sin temores la vida”. 
Yo cuando lo oí quedé pensativo. ¿Es cierto que el dinero preocupe hasta tal punto a los hombres y a las mujeres que nos condicione hasta el tono de voz? La cosa se complicó cuando días después, leía yo un delicioso libro (El reto de la confianza, de Carlos Moreno) en el que cuenta que algo parecido le ocurrió a él. Cruzaba un día un semáforo riendo y feliz al recordar qué buenos chavales eran sus hijos, cuando un taxista detenido ante el semáforo le soltó: “Bien van los negocios”, ¿eh amigo?” Carlos no entendió y preguntó al taxista qué quería decir: “Que las cosas del bolsillo le deben ir a usted bien, cuando se ríe”. Cuando el taxi arrancó, Carlos se quedó pensando que en realidad las estaba pasando canutas en lo económico. Y que el único negocio que en realidad le iba bien eran sus hijos, su negocio, su mejor negocio. Lo tremendo de la historieta es que la gente piense que la única razón por la que uno puede reírse es que funcione bien la cartera. ¡Como si no hubiera en la vida mil razones mejores y mas altas para reírse!. Pero, por lo visto, para la gente de hoy la única alegría seria es que a uno le toque la lotería, le suban el sueldo o funcionen los negocios. 
¿Y todos los otros negocios? Que la gente te quiera, que uno esté haciendo un trabajo que le gusta, que uno se sienta en gracia y en paz con Dios, que los hijos crezcan sanos, que estés haciendo algo que sirve y ayuda a los demás, que a uno le zumbe en la cabeza esa música que tanto le gusta, haber leído un libro estupendo, ir a ver a un amigo, haber dormido bien, que te haya florecido una planta, que haga sol, cosas como éstas y cien mil más, al parecer, no serían motivos suficientes para ir riéndose por la calle. ¡Qué poco se ríe la gente por las calles! Caminamos todos como si acabásemos de tragamos una espada, serios, solemnes, aburridos, como si la vida se nos hubiera indigestado. Escatimamos la sonrisa como si fuese carísima. Y si alguien se ríe por la calle pensamos que está un poco “majara”. Si el mundo rebañase lo que chorrea por las caras de los transeúntes por las calles podría poner una tienda de vinagre… Todos estamos perfectamente reflejados en la figura del joven rico del evangelio… Jesús, después de mirarnos con cariño, nos dice: “una cosa te falta” o “una cosa te sobra”… El apego al dinero, a lo material… Ese apego te está empobreciendo, te está quitando libertad y generosidad… El dinero te impide escuchar a Dios y a los hermanos, y de ese modo te impide vivir una vida más plena y más humana. 
 La experiencia nos dice que la vida de las personas -nuestra propia vida- está llena de alegrías, ilusiones, proyectos, pero también está llena de tristezas, desilusiones y fracasos. Al llegar a cierta edad hemos comprobado y experimentado lo que las cosas (tras de las cuales hemos corrido durante años) pueden dar de sí y hemos llegado a comprender que nada en esta vida es definitivo y que muy pocas cosas calman y satisfacen las ansias de nuestro corazón… Sólo las cosas del espíritu son capaces de llenarnos: la amistad, el amor, la fe, la familia…etc. Es decir, lo que no tiene nada que ver con lo material, con el dinero… Jesús, hoy, en la figura del joven rico, nos invita a ordenar nuestra escala de valores. Un hombre o una mujer se define a sí mismo por el tipo de valores que maneja. Dad una lista: dinero, éxito, triunfo social, amor humano, fe, trabajo, amistad. Pedidle después que ponga en orden estas palabras según el aprecio que tiene de ellas y según el tiempo y el esfuerzo que dedica a cada una de ellas, y sabréis qué tipo de hombre o de mujer tenéis delante… 

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