
CORPUS CHRISTI
29 MAYO 2016
Lectura del santo Evangelio según San Lucas
En aquel tiempo, Jesús se puso a hablar a la gente del Reino de Dios, y curó a los que lo necesitaban.
Caía la tarde y los Doce se le acercaron a decirle: – Despide a la gente; que vayan a las aldeas y cortijos de alrededor a buscar alojamiento y comida, porque aquí estamos en descampado.
Él les contestó: – Dadles vosotros de comer.
Ellos replicaron: – No tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos a comprar de comer para todo este gentío. (Porque eran unos cinco mil hombres).
Jesús dijo a sus discípulos: – Decidles que se echen en grupos de unos cincuenta.
Lo hicieron así, y todos se echaron.
Él, tomando, los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición sobre ellos, los partió y se los dio a los discípulos para que se los sirvieran a la gente. Comieron todos y se saciaron, y cogieron las sobras: doce cestos.
Durante siglos, misa ha sido el término familiar empleado en occidente para designar la reunión eucarística. Este viejo nombre está lleno de resonancias socio-religiosas y es indicador de una determinada mentalidad que ha configurado la práctica religiosa de muchos cristianos (“oír misa”, “decir misa”, “sacar misas”, “misa homenaje”, “misa polifónica”, “misas gregorianas”…) Hoy se observa una tendencia generalizada a sustituir el viejo nombre de misa por el de eucaristía, término más antiguo, de raíces bíblicas más hondas y que significa “acción de gracias”. Este cambio de palabras no es un capricho de teólogos y liturgistas. Está sugiriendo todo un cambio de actitudes, el descubrimiento de unos valores nuevos y una voluntad de vivir la celebración en toda su riqueza. Como dice X. Basurko: “Celebrar la eucaristía no es lo mismo que decir u oír misa”. El cambio apunta a ir pasando de una misa entendida como acto religioso individual hacia una eucaristía que alimenta y construye toda la comunidad. De un asunto que concierne fundamentalmente al clero que “dice la misa” mientras los demás la “oyen” pasivamente, se pasa a una celebración vivida por todos de manera activa e inteligible; de una obligación sagrada, bajo pecado mortal, a una reunión gozosa que la comunidad necesita celebrar todos los domingos para alimentar su fe, crecer en fraternidad y reavivar su esperanza en Cristo resucitado; de una misa que ha servido de marco para toda clase de aniversarios, fiestas, homenaje o lucimiento de coros y solistas, a la celebración de la Cena del Señor por la comunidad creyente; de una conmemoración del sacrificio expiatorio de Cristo en la cruz, a una celebración que recoja también las demás dimensiones de la eucaristía como banquete, comunión fraterna y acción de gracias a Dios; del cumplimiento de un deber religioso que nada tiene que ver con la vida, a una celebración que es exigencia de amor solidario a los más pobres y de lucha por un mundo más justo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario