
DOMINGO XXV T.O.
22 SEPTIEMBRE 2013
SAN LUCAS 16, 1-13
“No podéis servir a Dios y al dinero...”
No
dice Jesús que el dinero sea malo. No dice que no tengamos dinero.
Lo
que nos dice es que no seamos “esclavos”, “siervos” del dinero, que es otra
música...
El
dinero será bueno cuando me ayude a ser libre...
Porque
también el dinero puede ser fuente de libertad.
Un
poco de dinero hace un poco más libre a los pobres...
Un
poco de dinero puesto al servicio de los necesitados, hace más libre al que lo
da...
Un
poco de dinero puede salvar muchas vidas que hoy se mueren de hambre, de falta
de medicinas, de falta de una vida humanamente digna.
El
problema está cuando el dinero no sirve, sino que servimos al dinero.
Entonces
el dinero puede esclavizar.
Me
esclaviza cuando se convierte en el Dios de mi corazón.
Me
esclaviza cuando me hace insensible a las necesidades de los demás.
Me
esclaviza cuando vivo para tener y no para ser.
Me
esclaviza cuando se convierte en una especia de dios en el bolsillo, encerrado
en la billetera.
Jesús
nos recomienda una y mil veces que nuestro corazón no esté pegado a lo que
tenemos, que consigamos la libertad de estar por encima de nuestras cosas y de
ir desprendiéndonos. Nos invita a la austeridad, cosa extraña en estos tiempos
que nos ha tocado vivir, de derroche y abundancia. Y el caso es que tenemos
claro y comprobamos que cuando uno vive con menos y sin apegos se siente mucho
más libre en su interior.
Para
vivir en cristiano hay que ir despegándose poco a poco de todo. Y esta
invitación no sólo se refiere el dinero..., también hay que ir haciéndose pobre
de prestigio y de poder.... Pobre, realmente pobre en el sentido evangélico, es
el que necesita menos para ser feliz y en consecuencia está más dispuesto a
dar.
Hay
un bellísimo cuento hindú de un peregrino que se quedó a pasar la noche debajo
de un árbol en un bosque cercano al pueblo. En lo más profundo de las
tinieblas, oyó que alguien le gritaba:
-
¡La piedra! ¡La piedra!, dame la piedra preciosa, peregrino de Shiva.
El
hombre se levantó, se acercó al hombre que le gritaba y le dijo:
-
¿Qué piedra quieres, hermano? - La noche pasada -le dijo el hombre con voz
agitada- tuve un sueño, en el que el Señor Shiva me dijo que si venía aquí esta
noche encontraría a un peregrino que me daría una piedra preciosa que me haría
rico para siempre.
El
peregrino hurgó en su bolsa y le dio la piedra diciendo:
-
La encontré en un bosque cerca del río, puedes quedarte con ella.
El
desconocido agarró la piedra y se marchó a su casa. Al llegar; abrió su mano,
contempló la piedra y vio que era un enorme diamante. Durante toda la noche no
pudo dormir de la emoción. Daba vueltas y vueltas en la cama sin poder
conciliar el sueño. Se levantó con el alba, volvió al lugar donde había dejado
al peregrino y le dijo:
- Dame, por favor, la riqueza que
te permite desprenderte con tanta facilidad de un diamante.
La
verdadera riqueza no consiste en amontonar cosas, sino en saberse desprender de
ellas..
En
momentos en que impera la cultura del tener, el aparentar y el consumir, y se
presenta el egoísmo como un valor fundamental, debemos cultivar con la palabra
y el ejemplo el valor del desprendimiento y de la generosidad. Es lo que
le sucedió al hombre vela que comprendió que su misión de dar luz, vencer las
tinieblas y encender vidas suponía el gastarse y derretirse en la entrega.
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