jueves, 19 de septiembre de 2013

LA PALABRA DE DIOS





DOMINGO XXV T.O.
22 SEPTIEMBRE 2013
 SAN LUCAS 16, 1-13



“No podéis servir a Dios y al dinero...”
No dice Jesús que el dinero sea malo. No dice que no tengamos dinero.
Lo que nos dice es que no seamos “esclavos”, “siervos” del dinero, que es otra música...
El dinero será bueno cuando me ayude a ser libre...
Porque también el dinero puede ser fuente de libertad.
Un poco de dinero hace un poco más libre a los pobres...
Un poco de dinero puesto al servicio de los necesitados, hace más libre al que lo da...
Un poco de dinero puede salvar muchas vidas que hoy se mueren de hambre, de falta de medicinas, de falta de una vida humanamente digna.
El problema está cuando el dinero no sirve, sino que servimos al dinero.
Entonces el dinero puede esclavizar.
Me esclaviza cuando se convierte en el Dios de mi corazón.
Me esclaviza cuando me hace insensible a las necesidades de los demás.
Me esclaviza cuando vivo para tener y no para ser.
Me esclaviza cuando se convierte en una especia de dios en el bolsillo, encerrado en la billetera.
Jesús nos recomienda una y mil veces que nuestro corazón no esté pegado a lo que tenemos, que consigamos la libertad de estar por encima de nuestras cosas y de ir desprendiéndonos. Nos invita a la austeridad, cosa extraña en estos tiempos que nos ha tocado vivir, de derroche y abundancia. Y el caso es que tenemos claro y comprobamos que cuando uno vive con menos y sin apegos se siente mucho más libre en su interior.
Para vivir en cristiano hay que ir despegándose poco a poco de todo. Y esta invitación no sólo se refiere el dinero..., también hay que ir haciéndose pobre de prestigio y de poder.... Pobre, realmente pobre en el sentido evangélico, es el que necesita menos para ser feliz y en consecuencia está más dispuesto a dar.

Hay un bellísimo cuento hindú de un peregrino que se quedó a pasar la noche debajo de un árbol en un bosque cercano al pueblo. En lo más profundo de las tinieblas,  oyó que alguien le gritaba:
- ¡La piedra! ¡La piedra!, dame la piedra preciosa, peregrino de Shiva.
El hombre se levantó, se acercó al hombre que le gritaba y le dijo:
- ¿Qué piedra quieres, hermano? - La noche pasada -le dijo el hombre con voz agitada- tuve un sueño, en el que el Señor Shiva me dijo que si venía aquí esta noche encontraría a un peregrino que me daría una piedra preciosa que me haría rico para siempre.
El peregrino hurgó en su bolsa y le dio la piedra diciendo:
- La encontré en un bosque cerca del río, puedes quedarte con ella.
El desconocido agarró la piedra y se marchó a su casa. Al llegar; abrió su mano, contempló la piedra y vio que era un enorme diamante. Durante toda la noche no pudo dormir de la emoción. Daba vueltas y vueltas en la cama sin poder conciliar el sueño. Se levantó con el alba, volvió al lugar donde había dejado al peregrino y le dijo:
- Dame, por favor, la riqueza que te permite desprenderte con tanta facilidad de un diamante.
La verdadera riqueza no consiste en amontonar cosas, sino en saberse desprender de ellas..
En momentos en que impera la cultura del tener, el aparentar y el consumir, y se presenta el egoísmo como un valor fundamental, debemos cultivar con la palabra y el ejemplo el valor del desprendimiento y de la generosidad. Es lo que le sucedió al hombre vela que comprendió que su misión de dar luz, vencer las tinieblas y encender vidas suponía el gastarse y derretirse en la entrega.


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