DOMINGO XXIII TIEMPO ORDINARIO
SABIDURÍA 9, 13-18
SAN LUCAS 14, 25-33
8 SEPTIEMBRE 2013
Todos quisiéramos llegar a la
cima.
Pero preferimos caminar
cuesta abajo.
Todos quisiéramos llegar
lejos.
Pero preferimos caminar
despacio.
Todos quisiéramos llegar
pronto.
Pero preferimos caminar sin
prisas.
Todos quisiéramos saberlo
todo.
Pero preferimos estudiar
poco.
Todos quisiéramos tener
grandes éxitos.
Pero preferimos el mínimo
esfuerzo.
Sin esfuerzo, nadie logra
grandes cosas.
Sin riesgo, sólo
experimentaremos lo fácil.
Cuesta abajo, nunca se puede
subir muy alto.
Cuesta abajo, las cimas se
alejan.
Cuesta abajo, se requiere
menos esfuerzos.
Pero nunca nos llevan a las
alturas.
Las grandes pelambreras, no
son señales de grandes ideas.
Los grandes ruidos no son
garantía de buena música.
Las grandes contorsiones, no
garantizan un buen baile.
Muchas horas de baile, no
garantizan una noche feliz.
¿No es este también el
Mensaje que nos trae el Evangelio de hoy? (Lc 14,25-33) Un Evangelio que nos
propone una gran meta: el seguimiento de Jesús. Pero que no lo pone ni fácil ni
barato. Y que por eso mismo nos pide que antes de tomar la decisión de
seguirle, lo pensemos bien. Que eso de ser cristiano no es una broma ni está
tampoco para indecisos, cobardes, cansados. Ni para quienes quieren ganar mucho
pero invirtiendo poco.
Porque eso de comenzar y
quedarse a medio camino no va con el Evangelio. Eso de arrepentirse en el
camino no va con el ideal de Jesús. El precio es alto. Pero el ideal y la meta
que nos propone bien merece nuestra inversión. ¿Sabes cuál es el precio que
tiene que pagar en su vida un buen deportista? ¿Sabes cuál es el precio que
tiene que pagar ese escalador de cumbres como el Everest? ¿Sabes cuál es le
precio que tiene que pagar el tenista que se pasa horas y horas sudando tinta
en la cancha? Es que los triunfos nunca fueron baratos. Pero tampoco nada causa
más alegría que subirse al podium y escuchar el himno nacional.
Jesús nos pone hoy el precio
de seguirle hasta el final con gozo y con alegría y poder compartir con El los
triunfos pascuales de la Resurrección. Los tienes en el texto de Lucas pero te
los recuerdo:
1. “Si alguien se viene conmigo y no pospone a
su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos......”
Alguien se atrevió a cambiar
lo de posponer por lo de “odiar”. Jesús no es tan bruto ni tan inhumano. Habla
de “posponer”. Es decir escala de valores. Y romper implica:
Renunciar a su pasado.
Renunciar a las seguridades del grupo familiar, del clan, de la propia cultura,
de la propia nacionalidad. Es decir a todo el pasado en el que se apoyaba hasta
ahora, y se decide a correrse el riesgo de la novedad del Evangelio y del
Reino.
Poner por encima de las viejas
seguridades, los riesgos desconocidos de la fe.
Poner por encima de los intereses
personales y familiares, los intereses del Reino.
Poner por encima de los
intereses nacionalistas, los intereses del Reino de Dios.
2.- “Quien no lleve su cruz
detrás de mí no puede ser discípulo mío”. No. Jesús no es amigo del
sufrimiento, ni del dolor, y menos de la cruz. La Cruz que hay que llevar detrás de El es la misma
que El llevó: la cruz consecuencia de la fidelidad hasta el final. La cruz
nunca será un fin ni una meta. Ni siquiera un medio para algo. La cruz de Jesús
y la del que le sigue, siempre es consecuencia de coherencias y de fidelidades
al Evangelio.
No es esa cruz que llamamos
enfermedad.
No es esa cruz que llamamos
problemas de la lucha diaria.
No es esa cruz que llamamos sacrificios, penitencias, ayunos.
Es la cruz de las
consecuencias de ser fiel a tu Bautismo, fiel al Evangelio, fiel a la llamada
de Dios en tu vida. Que unas veces será la cruz de que los demás se rían de ti.
O la cruz de que los demás te marginen. O incluso la cruz de tener que
ratificar tu fe con tu propia vida.
3. “El que no renuncia a todos sus bienes no
puede ser discípulo mío”. No te está pidiendo que pases hambre para ser bueno.
Pero sí te está pidiendo renuncies a lo que tienes para que lo compartas con
los que no tienen. No te pide que:
Renuncies al dinero, sino que
el dinero no sea tu Dios.
Renuncies a tu riqueza, sino
que tu riqueza no sea una atadura para buscar tu libertad de espíritu.
Renuncies a lo que tienes, sino
que pongas tu verdadera riqueza en los valores del Evangelio.
Renuncies a tu cuenta bancaria, sino que no
metas tu corazón en la caja fuerte.
Renuncies a tu casa, sino que
la abras y acojas a todos en ella.
Renuncies a comer bien, sino
que compartas para que los que no comen puedan comer hoy.
¿Te parece que la cosa está
demasiado cara? Piensa lo que gastas en tonterías y en simples apariencias.
Piensa
en la meta y el ideal que tienes por delante. Y verás que ¡bien valió la pena
luchar! ¡Bien valió la pena renunciar a todo esto! Todo va a depender de qué
significa Jesús para ti, qué valor tiene para ti el Evangelio y el Reino, qué
significa y que vale para ti tu Bautismo. Porque yo me imagino que no querrás
ser bautizado para que luego todo el mundo se ría de ti porque el Bautismo no significa
nada en tu vida, y todo quedó en el álbum de fotos.
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