
DOMINGO XXI
3 NOVIEMBRE 2013
Un Jesús peligroso
Los hombres
libres. Los hombres que tienen el coraje de cambiar lo que hay que cambiar. Los
hombres capaces de revelar el nuevo rostro de Dios. Todos esos son un riesgo y
un peligro para cuantos preferimos sestear cómodamente en lo de siempre. Para
cuantos no nos atrevemos a poner en tela de juicio lo que siempre se nos ha
dicho. Y nos dejamos llevar de la corriente. Para todos ellos, Jesús es un
peligro.
Fue todo un
peligro para la religión de la
Ley.
Fue todo un
peligro para todos los que vivían el Dios de la Ley.
Fue todo un
peligro para todos aquellos que creían que primero hay que ser bueno para que
Dios los ame… Olvidando que Dios nos ama incondicionalmente…
Por eso, Jesús fue
el gran escándalo para los buenos fariseos: “Este come y se hospeda en casa de
los pecadores”.
Los malos y los
pecadores siempre han sido un escándalo para los buenos. Menos para Jesús,
que personalmente se invita a hospedarse en su casa y a comer con ellos.
Todos vivimos
demasiado esa pobre idea de que ser bueno era distanciarnos de los malos y no
contaminarnos con ellos. Algo así como si fueran los otros los que nos manchan
y ensucian.
Conozco a un
religioso que quiso hacer algo por esas pobres mujeres que, por elegancia de
nuestro lenguaje, llamamos de “las cuatro letras” o simplemente “mujeres de la
vida”. ¡Qué finos y fariseos, si luego no tenemos reparo alguno en llamarlas
“prostitutas”! Pues este buen
hombre entró en contacto con ellas. Se metió en su propio barrio, por donde los
“buenos” no se atrevían a pasar, simple y llanamente “por eso de qué dirá la
gente o para que la gente no piense mal”. A él le importó muy poco lo que la
gente dijese y murmurase. Sabía que Jesús también las amaba y las quería y
quería echarles una mano y sacarlas de su situación de marginación.
Cada semana reunía
a un grupo de ellas tratando de hacerles recuperar su dignidad. Organizó un
ropero para que pudiesen ganarse algo. Y hasta buscó empresas que comprasen lo
que ellas hacían. Pero las murmuraciones eran cada día mayores. Y su
experiencia duró solo un año. En la parroquia,
algunos dejaron de asistir a su misa. Hasta que el Superior, muy cuidadoso de
la buena imagen del súbdito, le prohibió tajantemente seguir con su labor. Le
hizo ver que con su trabajo alejaba a la gente de la Iglesia y se iban a otra
parroquia. ¡Era un peligro para la Parroquia. ¡Tremendo problema! Y no encontró
mejor solución que, lograr que los Superiores Mayores lo destinasen a otro
lugar en otra provincia.
Estas pobres
mujeres, durante un tiempo, acudían a la Parroquia preguntando por el Sacerdote. “¡Es el
único que nos ha visto y tratado como personas!” “¿Por qué se lo han llevado?”
De seguro que
salvaron su imagen, su fama y su reputación. Pero aquellas mujeres quedaron
abandonadas y marginas. ¡Pobre Jesús! También él se metió con gente de mal
vivir. También él se hospedó en casa de un pecador. También él se sentó a comer
y cenar con ellos. Y también sus feligreses comenzaron a murmurar de él: “come
con pecadores”.
Y mientras tanto,
ninguno de ellos se dio cuenta de que el pecador Zaqueo comenzaba un cambio
radical en su corazón: “La mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres;
y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más”.
Cuantos de los que
se escandalizaron del buen sacerdote preocupado por la dignidad de esas pobres
mujeres, ¿serían luego capaces de dar la mitad de los bienes que tenían a los
pobres? ¿Serían capaces de meter la mano al bolsillo y a la billetera y
devolver lo que posiblemente habían adquirido injustamente?
Cuando se trata de
dar la mano al débil, al marginado, al pecador, Dios no cuida de ensuciar su
imagen. Porque Dios no
vive de la imagen que puedan tener de él, sino de la verdad del hombre y la
salvación del hombre.
A Dios no le
importan las murmuraciones de los que se creen buenos. Le importa más la
dignidad del hombre.
En la Cruz , Dios perdió toda su
dignidad humana. Pero fue precisamente en la Cruz donde reveló la dignidad y la grandeza del
hombre y de su corazón divino.
Quien se aleja de
los malos, para conservar su buena imagen, se está alejando de Dios. La
distancia entre nosotros y Dios es la misma distancia que establecemos entre
nosotros y los malos…
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