DOMINGO XXXIII
17 NOVIEMBRE 2013
Lc. 21, 5-19
En el Evangelio de hoy Jesús
nos habla del fin del mundo. Tanto la fe como la ciencia coinciden en afirmar
que el mundo tendrá fin, pero la realidad es que el fin del mundo para cada uno de nosotros es
el día en que muramos. Y esta verdad nos la recuerda el sacerdote el miércoles
de ceniza cuando, poniéndonos un poco de ceniza sobre la frente, nos dice:
Acuérdate de que eres polvo y en polvo te has de convertir.
Cuentan que Gerardo Kempis,
hermano de Tomás Kempis, autor de un importante libro, se había hecho construir
un magnífico palacio. Invitó un día a su hermano a verlo; después de haberle
mostrado todo, detalle tras detalle, le preguntó:
-Tomás, ¿qué te parece este
palacio?
-Gerardo, siento decírtelo.
Tiene un fallo garrafal.
- ¿Qué me dices?
-Sí, Gerardo; este palacio
tiene puerta de salida.
Lo has hecho para vivir aquí
eternamente y esa es la puerta por donde te van a sacar.
Hermanos: en medio
de tantos engaños la gran verdad es que somos polvo y en polvo nos vamos a
convertir.
Nos engañaron los marxistas
al decirnos que no existía Dios y que con el comunismo la Tierra sería un
paraíso. Hoy Rusia y los países del Este están de vuelta, y uno de sus
dirigentes llegó a decir: «¡Que Dios nos ayude!».
Nos engañan aquellos para
quienes lo único que importa es el dinero.
Nos engañan algunos políticos
para quienes el pueblo no es más que un voto cada cuatro años. Hacen promesas
que no cumplen y en vez de buscar soluciones a los problemas del pueblo sólo
miran a su bolsillo.
Nos engañan
algunas encuestas. El norteamericano Doctor Berhard Nathanson, en una
conferencia pronunciada en Madrid, confesó que él mismo había difundido la
falsa noticia de que en Estados Unidos se daban ocho cientos mil abortos al año
y que lo había hecho para que saliera adelante la ley del aborto. Y la gente se
lo había creído. Es, que la gente ya no creerá la palabra de Dios pero se traga
todo lo que digan la televisión, la radio o los periódicos. Y no se dan cuenta
de que con frecuencia estos medios de comunicación se venden al que más paga y
propagan falsedades, unas veces nacidas de la ignorancia, otras de interés del
partido o de otros intereses.
Nos engaña la creencia de que
la ciencia y la técnica lo van a arreglar todo o casi todo, a pesar de que las
dos torres gemelas de Nueva York se vinieron abajo, a pesar de que continúan
los accidentes y los famosos siguen muriéndose de cáncer.
Nos engañan las drogas, que
nos prometen paraísos artificiales.
Hay drogas de muchos tipos,
pero todas nos hacen esclavos y algunas incluso nos hacen desgraciados.
Nos engañan las sectas, que a
algunos les comen el coco, haciendo que algunos padres cometan la salvajada de
dejar morir a sus propios hijos antes que permitir una transfusión de sangre.
«Cuidado con que
nadie os engañe» (Lc 21,8), nos dice Jesús en el Evangelio de hoy. Pues bien,
la mejor manera de que nadie nos engañe es escuchar la palabra de Dios. Los que
la escuchan y cumplen están haciendo lo más importante que se puede hacer en la
vida: salvar el alma.
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