III DOMINGO ADVIENTO
15 DICIEMBRE 2013
MT. 11, 2-11
Ser cristiano no consiste en
hablar. Al hombre no se le mide por lo que habla, sino por lo que hace. Hay
quienes hablan mucho y no hacen nada. Hay quienes hacen mucho y hablan poco.
Vale más un corazón sin palabras que palabras sin corazón.
Hablar es fácil, prometer es
fácil. Al naranjo, sin hablar, se le conoce por su madera, sus hojas, sus
flores y sus frutos.
Al buen carpintero lo conozco
no por lo que dice, sino por sus obras. Igualmente a la buena modista.
Ser cristiano no es saber
mucho de la Biblia, saber mucho de Dios, etc. Hay analfabetos que son unos
verdaderos santos y hay sabios que son unos verdaderos canallas.
Cuentan que un hombre, ya
mayor, casado, se convirtió y se bautizó. Por lo visto, todavía no estaba
bautizado.
Un compañero de trabajo,
también sin bautizar, un día le preguntó, en tono de burla: «Si te hiciste
cristiano, dime quién es Cristo, dónde nació, dónde vivió, dónde murió».
El pobre convertido era
analfabeto y no podía responder a tantas preguntas, pero le contestó: «Mira, yo
no tengo cabeza para aprender tantas cosas como tú me preguntas. Pero te puedo
decir que, antes de bautizarme, yo era un borracho, maltrataba a mi mujer, los
hijos me tenían mucho miedo; cuando llegaba a casa borracho, los hijos se
echaban a llorar y se escondían. Desde que me convertí, no me he vuelto a
emborrachar, no he vuelto a maltratar ni a insultar a mi mujer, y los hijos ya
no me tienen miedo, sino que me quieren mucho».
Hermanas y hermanos: al
cristiano se le conoce por su conducta, por su comportamiento.
Juan el Bautista estaba en
la cárcel porque, cuando mandan los bandidos, los buenos tienen que ir a la
cárcel. Desde allí envió a dos discípulos a Jesús para preguntarle si era él el
Mesías, es decir, el Salvador que iba a venir al mundo y del que hablaban las
páginas de la Biblia. Fue entonces cuando Jesús no les presentó palabras, les
presentó obras: daba vista a los ciegos, daba oído a los sordos, hacía caminar
a los tullidos, resucitaba a los muertos y todas sus preferencias eran por los
pobres. ¡Y cuánto nos cuesta a nosotros darles preferencia a los pobres!
Cristo tuvo, sobre todo,
obras en favor de los demás. Pasó por el mundo haciendo el bien.
Ser cristiano no es prometer,
ni es protestar, ni es reclamar, aunque tenemos que protestar contra las injusticias
y tenemos que reclamar lo que nos pertenece. Ser cristiano es, sobre todo,
remediar; es tender una mano hacia aquel que nos necesita.
Cuentan que un hombre vio en
la calle a una niña aterida de frío y hambrienta. Este hombre se enfadó con
Dios, diciéndole: «¿Por qué permites estas cosas? ¿Por qué no haces nada para
remediarlo?».
Durante un rato, Dios guardó
silencio. Pero aquella noche aquel hombre oyó una voz que le decía:
«Ciertamente he hecho algo. Te he hecho a ti para que socorrieras a la niña» .
Hermanas y hermanos: lo
cristiano no es quejarse, sino remediar.
Decía Jesús: «Si no creéis
mis palabras, creed a mis obras».
Es que son las obras las que
indican si somos cristianos de verdad.
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