DOMINGO DE RAMOS
13 ABRIL 2014
El mundo
está lleno de iglesias cristianas presididas por la imagen de Jesús Crucificado
y está lleno también de personas que sufren, crucificadas por la desgracia, las
injusticias y el olvido: enfermos privados de cuidado, mujeres maltratadas,
ancianos ignorados, niños y niñas violados, emigrantes sin papeles ni futuro. Y
gente, mucha gente hundida en el hambre y la miseria.
Es difícil
imaginar un símbolo más cargado de esperanza que esa cruz plantada por los
cristianos en todas partes: «memoria» conmovedora de un Dios crucificado
y recuerdo permanente de su identificación con todos los inocentes que sufren
de manera injusta en nuestro mundo.
Esa cruz,
levantada entre nuestras cruces, nos recuerda que Dios sufre con nosotros. A
Dios le duele el hambre de los niños de Calcuta, sufre con los asesinados y
torturados de Irak, llora con las mujeres maltratadas día a día en su hogar. No
sabemos explicarnos la raíz última de tanto mal. Y, aunque lo supiéramos, no
nos serviría de mucho. Sólo sabemos que Dios sufre con nosotros y esto lo
cambia todo.
Pero los
símbolos más sublimes pueden quedar pervertidos si no sabemos redescubrir una y
otra vez su verdadero contenido. ¿Qué significa la imagen de Jesús Crucificado,
tan presente entre nosotros, si no sabemos ver marcados en su rostro el
sufrimiento, la soledad, el dolor, la tortura y desolación de tantos hijos e
hijas de Dios?
¿Qué
sentido tiene llevar una cruz sobre nuestro pecho, si no sabemos cargar con la
más pequeña cruz de tantas personas que sufren junto a nosotros? ¿Qué
significan nuestros besos al Jesús Crucificado, si no despiertan en nosotros el
cariño, la acogida y el acercamiento a quienes viven crucificados?
Jesús
Crucificado desenmascara como nadie nuestras mentiras y cobardías. Desde el
silencio de la cruz, él es el juez más firme y manso del aburguesamiento de
nuestra fe, de nuestra acomodación al bienestar y nuestra indiferencia ante los
crucificados. Para adorar el misterio de un «Dios crucificado», no basta
celebrar la semana santa; es necesario, además, acercarnos un poco más a los
crucificados, semana tras semana.
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