lunes, 2 de febrero de 2015

LA PALABRA DE DIOS

DOMINGO VI TIEMPO ORDINARIO
15 FEBRERO 2015

+ Lectura del santo Evangelio según san Marcos
En aquel tiempo, se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas:
– «Si quieres, puedes limpiarme».
Sintiendo lástima, extendió la mano y lo tocó, diciendo:
– «Quiero: queda limpio».
La lepra se le quitó inmediatamente, y quedó limpio. Él lo despidió, encargándole severamente:
– «No se lo digas a nadie; pero, para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés».
Pero, cuando se fue, empezó a divulgar el hecho con grandes ponderaciones, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaba fuera, en descampado; y aun así acudían a él de todas partes.



Uno no sabe si admirar más el milagro de sanar al leproso o el gesto tan humano de Jesús. Marcos nos dice: “Sintió lástima, extendió la mano y lo tocó.” Hay un refrán que dice: “Ojo que no ve, corazón que no llora.” Aquí tendríamos que decir que “sólo lo que se toca de cerca duele”.A todos nos resulta difícil acercarnos a los que sufren. Nos cuesta acercarnos a los enfermos, por miedo al contagio. Nos cuesta acercarnos a los que están en la cárcel, por miedo a cualquier cosa. Nos cuesta acercarnos a los que están contagiados del Sida, por toda una serie de miedos. Nos cuesta acercarnos al mendigo que pide limosna, porque nos duele meter la mano al bolsillo. Nos cuesta acercarnos a los ancianos, porque nos resultan pesados.Cada uno prefiere encerrarse en su pequeño mundo, como en una especie de salón aséptico, para no contagiarse del virus del dolor de los demás. Mejor nos pasamos de largo sin ver y que cada uno baile con su propio pañuelo.El gesto de Jesús de “tocarle con la mano”, ponerle la mano en la cabeza, no solo es un gesto para sanarlo, sino un gesto humano, un gesto de cariño, de ternura, de amabilidad.Y eso que era consciente de lo que para Él significaba tocar a un leproso. Era quedar legalmente impuro, como si también Él se quedase leproso y, por tanto, marginado del resto de la comunidad.Hoy vivimos demasiados distanciados todos, menos los enamorados. Todos los demás marcamos distancias y espacios que nos separan y aíslan. Como si hubiésemos perdido la sensibilidad y el sentido de cercanía de los unos con los otros. Desde hace muchos años comprendí que el acercarse a la gente, cogerla de la mano, es uno de los signos que más confianza nos suele inspirar. Cuando alguien te da un abrazo, te palmotea el hombro o simplemente te estrecha la mano crea un clima de cercanía y proximidad.Los que sufren son los más necesitados de este contacto humano. Se habla de aquel leproso que cada mañana se subía al muro donde estaban recluidos y esperaba a que una mujercita sencilla pasase y le sonriese. Para él era suficiente aquella sonrisa para que pudiese pasar el día un poco más feliz.Hoy la lepra ya nos queda un tanto lejana a la mayoría de nosotros, pero ha aparecido otra enfermedad parecida que se llama Sida. ¿Cuántos tienen el coraje y la valentía de acercarse a los portadores del Sida para estrechar sus manos o darle una palmadita de cariño y aliento? A mí una vez me tocó atender a uno de ellos que estaba ya Terminal. Confieso que sentí una resistencia interior, tuve que hacer un gran esfuerzo y al fin cogí sus manos entre las mías. Traté de hacerlo con todo cariño. Nunca olvidaré aquella sonrisa que me regaló. Creo que fue su última sonrisa

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