jueves, 6 de octubre de 2016

LA PALABRA DE DIOS


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DOMINGO XXIX TIEMPO ORDINARIO
16 OCTUBRE 2016


+ Lectura del Santo Evangelio según San Lucas
En aquel tiempo, Jesús, para explicar a los discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse, les propuso esta parábola: «Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres. En la misma ciudad había una viuda que solía ir a decirle:
‘Hazme justicia frente a mi adversario’; por algún tiempo se negó, pero después se dijo: ‘Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esa viuda me está fastidiando, le haré justicia, no vaya a acabar pegándome en la cara.’» Y el Señor respondió: “Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?, ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?»

En un pequeño país de África había dos tribunales de justicia: el uno estaba formado por jueces cristianos y el otro por jueces paganos. El tribunal cristiano condenó como ladrón a un negro que, al pasar por una finca, cogió unas frutas para su esposa. El negro apeló al tribunal pagano y este condenó al propietario de la finca porque lo que había hecho el negro era sólo para ayudar a su mujer, que estaba encinta y estaba a punto de caer sin fuerzas.
Está claro cuál de las dos sentencias estaba de acuerdo con el Evangelio; y está claro que una cosa es llamarse cristiano y otra muy distinta es tener una conducta cristiana.
Me pregunto: ¿Haya no hay justicia en el mundo? Los que ganan un pleito tal vez digan que sí; los que lo pierden tal vez digan que no. Personalmente pienso que en el mundo hay poca justicia.
Llamamos violador al que abusa de una mujer valiéndose de la fuerza. En cambio, llamamos listo al que abusa de una mujer valiéndose de mentiras y engaños.
El hombre que liga con cinco mujeres es un machote; la mujer que liga con cinco hombres es una fulana. Es hora de que nos dejemos de machismos. Las mujeres tienen los mismos derechos que los hombres. No es admisible el maltrato, demasiado frecuente, que la mujer recibe del hombre.
Llamamos delincuente al que con una navaja hiere a un vecino; pero no al que, a un vecino, le hace la vida imposible.
Pero es que, además, en el mundo hay injusticias que claman al cielo. Recuerdo que un obrero murió víctima de la contaminación que sufrió trabajando en una fábrica; y el médico de la empresa, para que la esposa no pudiera cobrar lo que por la ley le correspondía, certificó que el obrero murió por exceso de bebida; y la verdad es que no probaba el alcohol.
En América grandes terratenientes eliminaron a familias enteras para apoderarse de sus pequeñas propiedades.
En concreto, en el Salvador, monseñor Romero y varios jesuitas fueron asesinados porque, como Jesús, levantaron la voz en defensa de los pobres.
En el mundo hay personas honradas que se las ven y se las desean para sacar su familia adelante. Y hay vivales sin conciencia que amasan grandes fortunas pasando por encima de todo; estos, o nunca tuvieron conciencia o, si la tuvieron, la han perdido.
¡Cuántos crímenes, cuántas injusticias, cuántas lágrimas, y todo por el dios dinero! Ante el dios dinero no se respeta ni lo más sagrado.
En este mundo, ¿dónde está la justicia?
Una de dos: o existe Dios o no existe. Si no existe, este mundo es un mundo sin sentido; todo es absurdo. Y entonces ¡qué importa un absurdo más! Habrá que gritar: «¡Vivan los pillos!».
Pero si Dios existe, oye los gritos de las víctimas y hará justicia.

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