martes, 7 de febrero de 2017

LA PALABRA DE DIOS


Resultado de imagen de amad a vuestros enemigos
DOMINGO VII DEL TIEMPO ORDINARIO
19 FEBRERO 2017

+ Lectura del santo evangelio según san Mateo
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-«Habéis oído que se dijo: “Ojo por ojo, diente por diente.” Yo, en cambio, os digo: No hagáis frente al que os agravia. Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra; al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también la capa; a quien te requiera para caminar una milla, acompáñale dos; a quien te pide, dale, y al que te pide prestado, no lo rehuyas.
Habéis oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo” y aborrecerás a tu enemigo. Yo, en cambio, os digo: Amad a vuestros enemigos, y rezad por los que os persiguen. Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos.
Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y, si saludáis sólo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles? Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto.»

Al escuchar el Evangelio del día de hoy alguien puede pensar: ¡Cualquiera cumple esto! Pero es que Jesús no nos pide cosas imposibles. Tenemos que pensar que algunas palabras de Jesús en este Evangelio no hay que tomarlas tal como suenan; no hay que tomarlas al pie de la letra.
Haríamos el tonto si, cuando nos dan una bofetada, presentáramos la cara para que nos dieran otra. El mismo Jesús no lo hizo cuando fue abofeteado ante Anás, sino que dijo al que lo había abofeteado: «Si he hablado mal, muéstrame en qué; pero si he hablado bien, ¿por qué me pegas?» Gn 18,23). Lo que Jesús nos pide es mansedumbre y que tengamos el corazón limpio de rencor.
Jesús rechaza la famosa ley del Talión, del «ojo por ojo, diente por diente». Por esta ley, si a mí alguien me quitara un ojo, yo le podría quitar a él otro; es decir, yo le podría hacer el mal que él me hiciera a mí. Esta ley tenía de bueno que no nos pasáramos, porque la tentación que tenemos es de quitarle los dos. Pero con esta ley nos ponemos en el camino de la violencia: la de contestar a la violencia con la violencia, y no acabaríamos nunca. Jesús, en cambio, nos trae la ley del amor.
Nosotros muchas veces practicamos la ley del Talión. Es lo que sucede cuando un niño vuelve del colegio y dice que un compañero le ha pegado, le ha roto la carpeta o quitado un bolígrafo. ¿Qué se le dice en casa? «Defiéndete, pégale tú también, no seas tonto». Es la ley del Talión.
Una madre, en cambio, tenía un hijo llamado Carlitos.
Otro compañero llamado Andrés le hacía en clase la vida imposible e incluso le quitaba cosas. Los maestros no conseguían nada con aquel niño, pese a los castigos. Los padres eran un desastre. ¿Qué hizo la mamá de Carlitos? Va un día a la escuela, llama a Andrés y como mamá de Carlitos le da una caja de bombones; desde entonces Andrés y Carlitos fueron siempre amigos. Esta es la ley del amor.
Nos resulta fácil amar a los nuestros aunque a veces haya problemas de convivencia, sea por el carácter o temperamento, sea por otros motivos. Pero a la hora de la verdad, cuando nos sentimos enfermos, son ellos los que están a nuestro lado. Sabemos que podemos contar con ellos y ellos saben que pueden contar con nosotros.
Amar a los nuestros, amar a los que nos hacen bien lo hace cualquiera. Para eso no es necesario creer en Jesús.
En cambio, para amar a nuestros enemigos hay que creer en Jesús, hay que ser cristianos de verdad. Está claro que un enemigo nos resulta antipático y desagradable, pero no podemos desearle mal; al contrario, hay que hacerle todo el bien que podamos. Claro que esto es algo divino; es Dios el que envía la lluvia para los buenos y para los malos, y hace salir el sol para todos. Dios nos ama, no porque nosotros seamos buenos, sino porque Él es bueno.
Y este es el amor que hemos de imitar; de este modo yo amaré a los demás, no porque sean buenos, sino porque yo soy bueno y deseo serlo cada vez más.
Defendamos nuestros derechos pero perdonemos a los que nos ofenden para que podamos rezar aquellas palabras del padrenuestro: «Perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden».

No hay comentarios:

Publicar un comentario