martes, 14 de enero de 2014

LA PALABRA DE DIOS




DOMINGO III TIEMPO ORDINARIO
San Mateo 4, 12-23
19 ENERO 2014


El ya fallecido y famoso doctor Vallejo Nájera hablaba un día por televisión del bien que le había hecho en su vida el testimonio de dos jesuitas que conoció en Filipinas. Estos jesuitas, después de varios años de trabajo, no habían conseguido ninguna conversión. El doctor les preguntó si, estando los dos solos, no se sentían fracasados. Uno de ellos le contestó: «No somos dos; somos tres, porque Jesucristo está entre nosotros».
A la verdad, ¿cómo podían sentirse fracasados si atendían a los enfermos, a los niños huérfanos y a los ancianos desamparados? Es que lo más importante no es convertir a alguien. Lo más importante es que nos convirtamos nosotros mismos.
La conversión es escuchar a Dios y volver a Él, que es el amor olvidado y traicionado. Dios nos habla por medio de nuestra conciencia, pero a fuerza de no escucharle, puede ser que la conciencia ya no nos diga nada, y esto es muy grave. Es muy grave que de alguien se pueda decir: es una persona sin conciencia.
Tenemos que escuchar a Dios y volver a Él. Eso es la conversión. La conversión es difícil y cuesta. Tal vez tengamos que renunciar a cosas, tal vez tengamos que renunciar a cierta persona o a ciertas personas. Y la renuncia es dolorosa; pero vale la pena; será más lo que ganamos que lo que perdemos.
Todos tenemos necesidad de conversión. Tal vez en mi vida lo que está fallando es el amor a mi familia o la honradez en el desempeño de mi profesión. Mis fallos serán, pues, los puntos en que Dios espera mi conversión.
Jesús, después de vivir unos treinta y tantos años en Nazaret, se estableció en Cafamaún y participó en los trabajos y sufrimientos diarios de sus gentes, curando las enfermedades del alma y del cuerpo.
Caminando un día a orillas del mar vio a dos hermanos, Andrés y Simón, el que más tarde se llamaría Pedro, y les dice: «Venid conmigo y os haré pescadores de hombres» (Mt 4,19). Y lo mismo les dijo a otros dos hermanos, Juan -a quien se atribuye el cuarto Evangelio- y Santiago -que sería el patrón de España-. No eran sabios ni ricos, eran simples pescadores. Y tuvieron tanta fe en Jesús que dejaron la barca en la arena. Lo dejaron todo y le siguieron. La fe no es sólo creer verdades; la fe es, sobre todo, confiar en Jesús y seguirle, es decir, imitarlo.
El relato del Evangelio de hoy dio origen a esa canción hermosa que cantamos: «Tú has venido a la orilla». Esta canción nos dice que también hoy Jesús nos mira a los ojos, nos llama por nuestro nombre y nos pide que le sigamos. En ella, por nuestra parte, le decimos: «Tú necesitas mis manos, mi cansancio que a otros descanse, amor que quiera seguir amando».

Hermanas y hermanos: hoy Jesús, veinte siglos más tarde, nos sigue llamando e invitando para que nos convirtamos en pescadores de hombres con nuestra palabra y nuestra conducta. Si el cristianismo ha surgido es porque unos cuantos hombres dejaron un día su barca, sus redes, sus padres... y siguieron a aquel Jesús que les llamaba a la conversión y les daba la buena noticia de que Dios estaba entre ellos. Si el cristianismo ha llegado hasta nosotros es porque muchos hombres y mujeres, a lo largo de todos estos siglos, nos han transmitido la fe que ha pasado de unos a otros hasta hoy. Si el cristianismo va a seguir existiendo en el siglo XXI es porque hay hombres y mujeres que ponen sus manos, su cansancio y su amor al servicio de Dios, también en nuestros días.

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