IV DOMINGO PASCUA
11 MAYO 2014
JN. 10 ,1-10
¿Y por qué muchos escuchan
a los extraños ?
Está bien que cuidemos a
las ovejas que están dentro. Jesús dice que las “ovejas atienden a la voz del
pastor..... que éste camina delante de ellas, y las ovejas le siguen, porque
conocen su voz; a un extraño no lo seguirían”.
Confieso que este texto me
ha hecho daño. Porque me pregunto si no seré yo uno de esos “extraños” a
quienes las ovejas ya no siguen. De lo contrario ¿cómo se explica que hoy sean
tantos los que abandonan explícitamente la Iglesia y otros tantos siguen dentro
pero sin reconocernos ya que viven en casa como extranjeros en su propia
Iglesia?
Leyendo el texto, como
pastor, surgen una serie de interrogantes, al menos si queremos leerlo desde la
condición de pastores. Lo primero que uno se pregunta es: “¿realmente atienden
mi voz?”, “¿camino delante de ellas?”, “y ellas me siguen porque conocen mi
voz?”. “A un extraño no lo seguirían, sino que huirían de él, porque no conocen
la voz de los extraños”.
Y entonces ¿cómo se
explica que hoy tantos abandonen la Iglesia y se pasen a las sectas o
simplemente lo dejen todo? Con frecuencia les hemos echado la culpa a ellos. La
culpa la han tenido ellos. Estoy leyendo el Documento Aparecida de
Latinoamérica:
“Según nuestra experiencia pastoral, muchas
veces, la gente sincera que sale de nuestra Iglesia no lo hace por lo que los
grupos “no católicos” creen, sino fundamentalmente, por lo que ellos viven; no
por razones doctrinales, sino vivenciales; no por motivos dogmáticos, sino
pastorales;. Esperan encontrar respuestas a sus inquietudes pero no las
encuentran en la Iglesia".
Por fin, la Iglesia reconoce que no siempre
los que se van son los culpables, sino los que nos quedamos. Reconoce además
que muchos de ellos es gente sincera. Y que no lo hace por lo que “los otros
crean, sino por lo que ellos viven”. No es un problema dogmático sino de vida y
de pastoral. No por teorías teológicas sino por el método pastoral que
utilizamos en la Iglesia. Y lo que todavía me parece más serio es que quieren
“encontrar respuestas a inquietudes” que entre nosotros no encuentran.
Aspiraciones cuya respuesta no encuentran en la Iglesia.
¿Dónde quedan las palabras de Jesús el Buen
Pastor de que “atienden a su voz” y las “ovejas le siguen porque conocen su voz
y que a un extraño no le seguirían, sino que huirían de él”? Y ahora resulta
que escuchan a los “extraños”, “entienden su voz” y les “siguen” y en cambio a
nosotros “nos abandonan”. Y no es que se trate de problemas dogmáticos
sino sencillamente por “problemas de vida”, por falta de “respuestas” que
buscan y no encuentran.
Confieso que siempre había leído este texto
de Juan más desde los fieles que desde nosotros los pastores. Y hoy que lo leo
desde mi propia acera, me siento mal, incómodo y preocupado.
Hasta aquí reconozco que el Documento me
hace doler el alma, pero al menos me parece una confesión de sinceridad de que
algo nos está fallando a nosotros en la Iglesia. Algo no funciona debidamente
como Iglesia, tanto en nosotros los pastores como en nuestras comunidades. Y
esta confesión creo debe ser un punto de partida. Al menos para cuestionarnos
como pastores de la Iglesia, y como principio de revisión y renovación de
nuestra pastoral.
¿Qué le está faltando a nuestra voz para
que ya no la reconozcan?
¿Qué le está faltando a nuestra predicación
para que no responda a sus interrogantes e inquietudes?
¿Qué le está faltando a nuestras Diócesis
o Parroquias para que no encuentren en
ellas vida?
¿Será que nuestros fieles no se sienten
llamados por su nombre, y por tanto se sienten anónimos en una Iglesia anónima?
¿Será que ni se sienten conocidos ni nos
conocen porque vivimos lejos de ellos,?
Y aquí las preguntas pueden seguir. Y
pueden seguir porque lo más fácil es culpar a los que se alejan de la Iglesia.
Y lo difícil es reconocer que se nos van porque no les decimos nada ni
encuentran vida en nosotros.
¿Tendremos que seguir con este estilo de
vida parroquial más geográfico que relacional y personal?
¿Tendremos que seguir esperándolos a que
ellos vengan en vez de ir a buscarlos?
¿Nuestras celebraciones no serán demasiado
respetuosas con el misterio que celebramos, pero muy poco humanas con los que
participan en ellas?
Está muy bien el respeto que se merece el
misterio de Dios, pero ¿no merece un mayor acercamiento el misterio de nuestros
hermanos los hombres y las mujeres de hoy?
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