lunes, 8 de septiembre de 2014

ORACIONES PARA VIVIR EL MOMENTO

James Foley, periodista católico ejecutado por el ISIL
«Ahora es libre de verdad»

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El próximo mes de octubre habría cumplido 41 años, pero la barbarie yihadista se cruzó en la vida de James Foley para impedirlo. El reportero americano sabía lo que era estar retenido en un país extraño, lo aprendió cuando fue encarcelado en Libia, hasta donde fue para contar al mundo la caída de Gadafi. Entonces fueron 44 los días que vivió en cautiverio. Los pasó rezando el Rosario, arrodillado, junto a su compañera de secuestro. «Nos ayudaba a centrar la mente. Rezábamos en alto, hablábamos de nuestras esperanzas y nuestros miedos, como en una conversación con Dios», diría, tras su liberación, en una carta que escribió a Marquette University, el centro jesuita donde se había formado.
Cayó en manos de los yihadistas el 22 de noviembre de 2012, cuando salía de un cibercafé en la localidad de Binesh. Aunque su familia recibió distintas noticias de sus captores y el Gobierno estadounidense trató sin éxito de rescatarlo, lo siguiente que el mundo conoció de Foley fue el estremecedor vídeo de su asesinato. Decapitado como venganza del grupo terrorista Estado Islámico por los bombardeos sobre Iraq. Decapitado, al fin y al cabo, por ser parte de Occidente. «Por fin es libre. Sabemos que ahora está en manos de Dios, sabemos que está en el cielo», decía su padre, Jonh Foley, tras conocer el asesinato de su hijo, difundido el pasado 19 de agosto. Fueron casi dos años de secuestro, de torturas -tanto Foley como otros occidentales retenidos por el Estado Islámico fueron sometidos a la técnica del waterboarding o ahogamiento ficticio, según información del Washington Post- y de miedo -ejecuciones simuladas-, que el reportero afrontó siempre con una profunda fe.
Así lo demuestra la carta que Foley escribió a su familia y que un compañero de cautiverio, Daniel Rye Ottosen, memorizó antes de ser liberado. «Sé que estáis rezando por mí y os lo agradezco mucho. Os siento cerca de mí, especialmente cuando rezo. Cuando rezo, realmente siento como si, incluso en la oscuridad, os pudiera tocar».
Ya confirmada su muerte, su familia y amigos se reunieron en la parroquia de Rochester (New Hampshire), donde el obispo Peter Libasci recordó las palabras de san Francisco: Señor, hazme instrumento de tu paz (...) Es perdonando, como se es perdonado. «No es imposible vivir así. Nuestro Señor lo hizo. Muchos santos lo hicieron. James lo hizo», señaló el obispo, que subrayó la valentía de Foley al volver al lugar del peligro para abrir los ojos al mundo. También recibieron los padres de Foley el consuelo y la cercanía del Papa Francisco, que llamó a la familia y se unió a ella en oración. «Sentimos -dijeron luego los familiares- que Jim y Dios nos miran desde arriba y nos dan esperanza y fuerza para seguir adelante».
Foley ya no volverá a su casa. No podrá hacer realidad esos sueños que le permitían salir, aunque sólo fuera mentalmente, de la prisión en que vivía, y viajar con sus cuatro hermanos, conocer a su sobrino, pasear con su abuela... El terror acabó con su vida terrenal, pero no consiguió debilitar su fe ni la de su familia, que, a pesar del enorme sufrimiento por su muerte, tiene la serenidad de saber que su hijo vivió y murió cerca de Cristo. Como han dicho sus padres, «ahora ya es libre».

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